Doña Sancha I de León
Sin trono, pero yo mando
Las mujeres en la historia oficial raramente tocan el poder. Si bien no se las consideraba para reinar y por ello no eran educadas para ello, en más de una ocasión la falta de alternativas las llevaba a cargos decisivos. Doña Sancha recibió el trono leonés cuando su hermano Bermudo III murió en batalla (los reyes leoneses lo de dialogar preferían no hacerlo mucho; eran dinastía de leñazo vivo). Ella era la heredera, aunque quien asumió el cargo de rey fue el consorte Fernando I en 1037.
Puede que a Doña Sancha le quedasen ganas de haberse sentado en el trono, y no de ser “la consorte” cuando la heredera era ella, pero parece que entre sus súbditos Doña Sancha tuvo gran popularidad (simpatizando con su figura y desconfiando de Fernando, que era extranjero, aunque se terminó de ganar las simpatías del pueblo).
Lo que a Doña Sancha se le negó, más tarde se le reconocería a su nieta, la reina Urraca I, reina de derecho propio y primera mujer en ese poder de la España medieval. Pero eso es otra historia.
Si bien Doña Sancha dicen fue, una reina querida por los leoneses, el legado de su reinado consorte a la muerte de Fernando I fue una pequeña discusión de hermanos por ver quién se quedaba el reino más grande (en todas las familias se cuecen habas), comenzando aquí la lenta decadencia del Reino de León frente a la incipiente corona castellana. Aunque esa también es otra historia, que ya os contaré e ilustraré (como no podría ser de otra forma, en forma de gato).